Aca dejo la editorial Completa
Sindicalistas hacen una inmoral defensa del monopolio de internet
Sindicalistas de Copaco agrupados en Sinattel (Sindicato Nacional de Trabajadores de Telecomunicaciones) están haciendo lo imposible para impedir la eliminación del monopolio ejercido por la compañía estatal de comunicaciones sobre el servicio de internet. La inconstitucional exclusividad que tiene en la materia ha convertido a Copaco en otra de las tantas empresas públicas ineficientes y corruptas del Estado paraguayo. El internet debe ser liberado sin más trámite porque la libre competencia es la única herramienta conocida y probada que puede poner en manos de la mayor cantidad posible de personas su invalorable servicio en forma cada vez más acelerada.
Sindicalistas de Copaco agrupados en Sinattel (Sindicato Nacional de Trabajadores de Telecomunicaciones) están haciendo lo imposible para impedir la eliminación del monopolio ejercido por la compañía estatal de comunicaciones sobre el servicio de internet. Invocando nada menos que la representación del pueblo al que supuestamente van a beneficiar con la defensa del anacrónico modelo, estos caraduras sostienen que no existe monopolio, alegando que en el país operan libremente 11 operadoras de internet. Esta afirmación revela una descarada mala fe y un intento de engañar a la opinión pública, porque se sabe que solo Copaco tiene la exclusividad de la señal internacional y que es ella la que se encarga de su asignación a las redistribuidoras que operan en el país, que así dependen más de los resortes políticos que de la libre competencia como debe ser.
La inconstitucional exclusividad que tiene sobre internet ha convertido a Copaco en otra de las tantas empresas públicas ineficientes y corruptas del Estado paraguayo. Para ello basta saber –lo que demuestra, por otra parte, la falsedad de la afirmación de los citados sindicalistas– que el Paraguay posee en la actualidad el servicio de internet más costoso y de menor calidad a nivel regional y mundial. Conforme a datos confiables, el costo de una conexión de 24 hs. con 64 kbps es de 64 dólares en nuestro país, en tanto en el Brasil, por ejemplo, tiene un costo de 25 dólares, pero con una velocidad de 800 kbps, es decir, 13 veces más veloz. Si se compara con otras realidades como España, la diferencia es aún mayor: en ese país, por 29 euros se cuenta con 1.024 kbps. En cuanto a la penetración de internet en la población del Paraguay, es apenas del 4,5%. Es decir, más del 95% de la población de este país no conoce lo que es esta moderna herramienta, que hoy por hoy es la más eficaz para la difusión de la cultura y para concretar negocios en el mundo entero.
A esta lamentable realidad se debe agregar que Copaco, mediante absurdos privilegios como el establecimiento del monopolio de internet, de la telefonía fija y con graves intervenciones en la telefonía móvil, ha contribuido fuertemente para que la corrupción política y sindical se haya enseñoreado en la empresa, convirtiéndola en un botín de los piratas mandones de turno. Obviamente, la empresa ha sido a lo largo de estos años un obstáculo para el desarrollo económico, cultural y social, en vez de una herramienta para el progreso de la población del país, como debe ser.
Y es esta situación de cosas deleznables la que la Sinattel pretende defender con argumentos mentirosos y traídos de los pelos cuando se opone a la liberación de internet que la sociedad pide a gritos desde hace tiempo.
Por el lado en que se lo mire, la pretensión de los sindicalistas de Copaco carece de racionalidad y lógica; además, va a contramano de la promesa del nuevo gobierno de que va a terminar con aquellos obstáculos que retrasan artificialmente el progreso de la población.
En nuestro país el internet debe ser liberado sin más trámite porque la libre competencia es la única herramienta conocida y probada que puede poner en manos de la mayor cantidad posible de personas su invalorable servicio en forma cada vez más accesible. Es lo que está pasando en el mundo entero, y sería lamentable que las presiones y ambiciones de sindicalistas trasnochados, que además deberían estar sirviendo a la gente en vez de servirse de ella, obstaculicen una vez más el desarrollo de la nación.
Los sindicalistas de instituciones estatales y empleados públicos en general deben convencerse de que el pueblo es su mandante y que terminaron los días en que, como clientela política hurrera del Partido Colorado, se arrogaban el papel de patrones de los contribuyentes y usuarios que les pagan sus sueldos, a los que, sin embargo, están obligados a servir.
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